El tálamo desempeña un rol importante al entrelazar múltiples vías neuronales, por lo que las lesiones que lo afectan pueden producir síntomas que afecten de manera significativa la vida del paciente.
En este sentido el tálamo funciona, de cierto modo, como una parada de autobús, donde las vías nerviosas (pasajeros) pasan de un sitio a otro. Es decir, los axones de las neuronas terminan acá y emergen otros, que transportan la información.
Entonces, ¿qué ocurriría si esta central sufriera daños graves? Se han observado y reportado diferentes síntomas, pero se desconoce con exactitud qué ocurre.
Aunque no es tan frecuente como otros tipos de infartos del sistema nervioso, puede ocasionar consecuencias graves y secuelas que perduran a lo largo de los años. A continuación, te explicamos todo lo que tienes que saber.
¿Qué es el síndrome talámico?
Es un síndrome que se desarrolla al verse afectado el tálamo, conocidas como lesiones talámicas, que pueden ser contralaterales y originar síndromes neurológicos generales, neuropsicológicos y neurooftalmología.
El tálamo ocupa aproximadamente el 80% del diencéfalo. El diencéfalo es un conjunto de estructuras, localizadas justo debajo del cerebro, estas son el tálamo, hipotálamo, subtálamo, los ventrículos y mucho más.
El tálamo se encuentra compuesto por diferentes núcleos, organizados en distintos grupos. Cada uno recibe información de una parte del sistema nervioso y la envía a otra región del sistema nervioso. Actúa, de cierto modo, como intermediario.
Entre las funciones cerebrales más relevantes del tálamo está la memoria, las emociones, el ciclo vigilia-sueño, el control sensitivo y motor, así como el procesamiento de información sensitiva, antes de ser desviada a la corteza cerebral.
Su posición, justo debajo del cerebro y por encima del tallo encefálico, tiene una gran relevancia, ya que actúa como el punto que transmite información de un sitio hacia otro.
Debido a las múltiples funciones asociadas a los núcleos del tálamo, una lesión a este nivel puede producir una sintomatología variada, las cuales aún no están del todo comprendidas.
No obstante, hay un síndrome que sí es ampliamente conocido en la neurología, llamado síndrome sensitivo de Dejerine-Roussy o síndrome del dolor central talámico, que explicaremos más adelante.
Causas del síndrome talámico
Las causas del síndrome talámico son, en líneas generales, similares a las de otros tipos de accidentes cerebrovasculares. Problemas en el flujo sanguíneo, hemorragias, traumatismos, factores genéticos y ambientales, juegan un rol importante.
A continuación, nombraremos algunas de las posibles causas.
Interrupción del flujo sanguíneo
Los síndromes talámicos, son debidos en la mayoría de los casos a lesiones talámicas de causa vascular, donde la interrupción del flujo sanguíneo por hematomas parenquimatosos, constituyen el 20-35% de todas las hemorragias cerebrales.
Los traumatismos, tumores cerebrales, hemorragias y las malformaciones vasculares, pueden causar una interrupción del flujo sanguíneo, aunque son menos frecuentes, pueden de igual manera, desencadenar los síndromes talámicos.
Accidente cerebrovascular
Un Accidente Cerebro Vascular (ACV) se caracteriza por una perturbación local o general de la circulación cerebral, que puede tener una duración variable, y múltiples causas. Se clasifican en ACV de origen isquémico y ACV de origen hemorrágico.
Los infartos isquémicos, pueden comprometer las ramas de las arterias que irrigan al tálamo, como por ejemplo, la arteria comunicante posterior, la arteria basilar o la arteria cerebral posterior.
Esto trae como consecuencia una lesión talámica por causa del ACV, siendo los infartos isquémicos después los hematomas parenquimatosos, la segunda causa más frecuentes de síndromes talámicos.
Hipertensión arterial
La hipertensión arterial, es un importante factor de riesgo en la rupturas de vasos sanguíneos intracraneales, que puede servir de base para el desarrollo de un microaneurisma.
Por lo tanto, toda aquella patología o condición que predisponga a una obstrucción o ruptura de pequeños vasos que puedan comprometer la irrigación adecuada del tálamo, predispone a un posible síndrome talámico.
Arritmia cardíaca
A lo largo de los años, grupos de investigación cardiológica han buscado establecer una relación entre ciertas condiciones de salud y el riesgo a padecer un ACV. Los distintos resultados mostraron a la luz que sí existen factores de riesgo importantes.
Uno de ellos ha sido muy bien estudiado, y son las arritmias. Las fibrilaciones auriculares y las arritmias ventriculares, a las cuales se les han encontrado una asociación con los ACV, especialmente en pacientes con hipertensión arterial.
Otro hallazgo de importancia es que, en el electrocardiograma, se han observado hallazgos a los cuales se les ha asociado con un ACV también, como la depresión del segmento ST (hallazgo muy común en pacientes con enfermedades del corazón).
Algunas explicaciones para este fenómeno son: las arritmias perturban el flujo sanguíneo hacia el cerebro, ocasionando concentraciones bajas de oxígeno que pueden generar un infarto.
Otra explicación es que, en el contexto de una fibrilación auricular, los latidos repetidos y rápidos pueden formar coágulos de sangre en las paredes internas del corazón, que puede desprenderse y viajar a una región del cuerpo (como el encéfalo).
Colesterol elevado
La hipercolesterolemia (literalmente, alto colesterol en sangre) es un factor de riesgo para muchas enfermedades cardiovasculares.
Es un fenómeno metabólico común en países en vías de desarrollo o desarrollados, por un mayor consumo de comida procesada. Generalmente, no es un evento aislado, sino que se asocia a otras condiciones (diabetes mellitus tipo 2, hipertensión arterial, sedentarismo, etcétera).
Todos estos factores son aterogénicos, es decir, fomentan la formación de placas de ácidos grasos en las paredes de las arterias, llamados ateromas. Estos tienen una serie de consecuencias.
Son capaces de: disminuir el flujo sanguíneo hacia un área, ocluir completamente el flujo sanguíneo hacia una región y pueden desprenderse de la pared arterial, viajar por el torrente sanguíneo y alojarse en otra región.
Por ende, no es de sorprender que la aterosclerosis es un muy grave factor de riesgo para enfermedades, como el infarto al miocardio, infarto intestinal, infarto renal y ACV.
Sedentarismo
El sedentarismo, es decir, la falta de ejercicio físico, va de la mano con la hipertensión, aterosclerosis y otras enfermedades. No obstante, sería más correcto etiquetar al sedentarismo como uno de los orígenes de estos.
Una alimentación inadecuada, mezclada con un estilo de vida sedentario y lleno de estrés, activan respuestas biológicos, elevando citocinas proinflamatorias, disminuyendo nuestras defensas, alterando el estado de ánimo.
El resultado neto: un cuerpo débil, desde el punto de vista metabólico y nutricional, con una inflamación generalizada, que insidiosamente lleva a enfermedades de todo tipo, donde el corazón, la circulación y el cerebro no se escapan de sus efectos.
Genética
Ciertas enfermedades son productos de un fenotipo específico (es decir, el patrón genético de cada individuo), que pueden culminar, en el peor de los casos, en un ACV.
Un ejemplo de ellos es la enfermedad de Fabry, una condición genética infrecuente, causada por el déficit de una enzima, encargada de degradar un tipo de lípidos en nuestro cuerpo, conocidos como esfingolípidos.
Al acumularse de manera inespecífica en casi todos los tejidos del cuerpo, generan todo tipo de síndromes. A nivel de las arterias cerebrales, el depósito incrementa a tal punto que compromete el riego sanguíneo.
Uno de los signos característicos de la enfermedad, es el signo pulvinar. Al realizar una tomografía computarizada del encéfalo del paciente, se muestra una afectación del núcleo pulvinar del tálamo, lo que podría contribuir a la aparición de ACVs.
Síntomas del síndrome talámico
Distintas arterias proveen con sangre al tálamo, si alguna de estas es incapaz de cumplir su función, un grupo determinado de núcleos se ve afectado, dando origen a distintos síndromes clínicos. A continuación, nombraremos algunos.
Dolor intenso en extremidades
Es un fenómeno clínico que ocurre con más frecuencia en las lesiones de la región derecha del tálamo. El dolor viene acompañado de una constelación de otros síntomas, conocido como el síndrome de Dejerine-Roussy.
Es llamado así por los neurólogos franceses, que describieron este síndrome por primera vez, a principios de la centuria pasada. Estos fueron Joseph Jules Déjerine y Gustave Roussy.
En su reporte Le syndrome thalamique, escribieron que ciertos pacientes, tras un ACV, experimentaron un dolor severo, persistente, paroxístico (es decir, iniciaba espontáneamente, en el lado del cuerpo que sufría la debilidad muscular.
Este dolor podría ser causado por una alteración de las vías de sensibilidad, que llevan a los estímulos (tacto, temperatura, vibraciones, etcétera), desde los nervios de nuestra piel a nuestro cerebro. El tipo de dolor generado por un síndrome talámico es llamado dolor central.
Debilidad y parálisis de los miembros afectados
El tálamo, como habíamos mencionado, participa no sólo en la sensibilidad, sino también en la memoria, emociones, y capacidad motora. La hemiparesia es común en pacientes con el síndrome de Dejerine-Roussy.
Los déficits motores, usualmente van acompañados de otros déficits sensoriales y movimientos anormales, producidos por obstrucción o hemorragia de la arteria inferolateral del tálamo, quien irriga al núcleo geniculado, el ventral posterior y lateral.
La debilidad muscular ocurre en el lado opuesto de la región del tálamo afectado. Por ende, un infarto del lazo izquierdo del tálamo, genera afecciones del rostro, brazo y pierna derecha.
Sensación de hormigueo
La sensación de hormigueo, generalmente acompaña al dolor neuropático que describimos anteriormente. En un reporte de caso, un paciente de edad avanzada desarrolló un síndrome talámico, tras haber sufrido una hemorragia subaracnoidea.
El paciente describió que el dolor y el hormigueo iniciaron el pie izquierdo y, a lo largo de cinco años, este dolor subió, hasta alcanzar toda la mitad izquierda de su cuerpo. El hormigueo es una manifestación resultante de las alteraciones de la sensibilidad.
Movimientos incontrolados
La ataxia, y sus diferentes variantes, se define como ”la descoordinación en el movimiento de las distintas partes del cuerpo”.
Los movimientos incontrolados generalmente ocurren solo en un lado del cuerpo, aunque pueden presentarse en ambos, si el daño vascular a nivel del tálamo ocurrió tanto en el lado izquierdo, como el derecho.
Puede manifestarse de distintas maneras: temblores en las manos, dificultad para cumplir exitosamente tareas o movimientos oculares involuntarios (descenso involuntario del párpado superior o debilidad de los músculos oculares).
Percepción intensa de los estímulos sensoriales
Si la “central de relevo” de nuestro sistema nervioso comienza a fallar, entonces, las señales sensitivas o motoras pueden no transmitirse o, si lo hacen, pueden verse alteradas.
Esto es el caso de la disestesia, donde el paciente describe percibir una sensación táctil desagradable, incluso dolorosa, aunque también puede ser descrita como inapropiada.
En otras palabras, la capacidad del paciente para discernir lo que siente con el tacto se ve completamente alterada, experimentado dolor o picor sin razón aparente.
Otro trastorno de la percepción, es la hiperestesia. Al contrario del anterior, donde la percepción se ve alterada, en este caso, se ve exagerada. Estímulos leves e indoloros pueden provocar sensaciones intensas e incluso dolorosas.
Incremento de la sensibilidad al dolor
La hiperalgesia y la alodinia entran en esta categoría. ¿Cómo se diferencian ambos? El primero puede ser una respuesta exagerada al dolor. Por ejemplo, un pequeño pinchazo puede ser percibido como un dolor intenso.
El segundo, la alodinia, es una percepción de dolor a una estimulación que normalmente no lo es. Por ejemplo, una presión suave contra una parte de tu cuerpo puede generar un dolor sordo o pasar un cepillo o gasa puede generar un dolor agudo.
Como aclaratoria, tanto la hiperalgesia como la alodinia, son dos tipos distintos de hiperestesia (estimulación alterada). Indican que el umbral de dolor del paciente se ha reducido, así como un aumento de la respuesta al dolor.
Dificultad para coordinar movimientos voluntarios
La capacidad de coordinar con exactitud nuestros movimientos, incluso el más mínimo, es el resultado final de un proceso complejo. El tálamo se ve involucrado en él, ya que releva la información desde y hacia el cerebro y la médula espinal.
Cualquier lesión en estos tres niveles, imposibilita que el movimiento voluntario (tomar un lápiz, levantar una caja, mover un pie hacia delante, etcétera) se realice. Una simple tarea se vuelve magnitudes de veces más difícil.
No sólo porque la capacidad motora se ve reducida, sino porque el movimiento complejo voluntario depende de un sistema de retroalimentación, donde cualquier acción es procesada y memorizada, para evaluar la eficacia de nuestros movimientos.
Por ejemplo, los niños pequeños toman objetos de manera tosca y utilizan más fuerza de la que deben. Pero, la repetición de estas acciones sirve como retroalimentación, donde nos volvemos más hábiles con nuestras manos y pies.
Cuando el tálamo falla, este sistema falla también. Somos incapaces de ejecutar tareas con la velocidad, fuerza y magnitud requerida, ya que nuestra capacidad de controlarlo se ve alterada.
Dificultad para distinguir objetos por el tacto
El sentido básico del tacto no es tan básico como parece, es en realidad sumamente complejo. Nuestro cuerpo es capaz de detectar la forma, tamaño y temperatura de un objeto, además de las vibraciones y presión que ejercen los objetos en nuestro cuerpo.
En las distintas alteraciones de la sensibilidad, ya sea que se vean aumentadas o reducidas, la capacidad de la persona para discernir y describir objetos con sólo el tacto, también dejan de funcionar correctamente.
Se produce un efecto de embotamiento, donde la persona siente que algo toca su cuerpo, pero es incapaz de reconocer el dónde lo está tocando, qué lo está tocando y con qué tanta presión.
Tratamiento del síndrome talámico
El dolor central producido por el síndrome talámico no es fácil de tratar. Para ciertos pacientes, el dolor es insoportable y no cede con facilidad.
Afortunadamente, los avances farmacológicos (medicamentos) y la cirugía, han permitido avances significativos. A continuación, te nombraremos algunos.
Medicamentos indicados por especialistas
Incluso hace un siglo atrás, Dejerine y Roussy notaron que el dolor era constante e incapacitante, capaz de resistir los efectos de los analgésicos.
Hoy en día, se utilizan analgésicos-antiepilépticos, antidepresivos (ciertos pacientes pueden desarrollar trastornos de la personalidad o verse afectados por el dolor constante) y otros, como los opiáceos.
Como primera línea de tratamiento, se aplica la amitriptilina, un antidepresivo tricíclico, que modifica la transmisión de determinadas sustancias bioquímicas en cerebro, llamadas neurotransmisores.
Así, se disminuye la activación de la respuesta al dolor y se mejora la transmisión de estímulos.
La gabapentina, un potente antiepiléptico y analgésico, ha demostrado efectos favorables. Su función es aumentar los niveles de GABA , una sustancia que inhibe la transmisión de información (en este caso, atenúa el dolor).
Otro beneficio del tratamiento con medicamentos, en caso de ser efectivos, evitan la necesidad de someter al paciente a un tratamiento quirúrgico (como explicaremos abajo).
Cirugía estereotáctica
Es una forma de cirugía mínimamente invasiva. Son un conjunto de técnicas que utilizan aparatos capaces de generar coordenadas tridimensionales, permitiendo que el cirujano sea capaz de localizar, con exactitud, estructuras pequeñas en nuestro cuerpo.
Estos aparatos (o técnicas) son, por ejemplo, la resonancia magnética o la tomografía axial computarizada, quienes proveen una imagen tridimensional del cerebro del paciente, en tiempo real.
Un aparato estereotáctico es fijado en la cabeza del paciente, empleando tornillos y barras. Es un anillo semicircular, ajustable a diferentes coordenadas (obtenidas anteriormente) de tal manera que, en el centro del anillo, se localice el área a operar.
Se aplica anestesia local en el cuero cabelludo y se realiza una pequeña incisión. Se introduce un pequeño electrodo que permite el monitoreo de la actividad eléctrica de la zona, permitiendo un mayor grado de precisión.
Una vez localizada el área, se produce a realizar cirugías de ablación, donde se puede eliminar el globo pálido (palidotomía) o el tálamo (talamotomía). También se puede utilizar estimulación eléctrica del tálamo, para curar el dolor.
Los efectos de la estimulación eléctrica o la ablación del tálamo sobre el síndrome doloroso son efectivas en un 80% de los pacientes, quienes experimentan un alivio total a largo plazo.
Síguenos en todas nuestras redes:
https://twitter.com/TuInfoSalud
https://www.instagram.com/tuinfosalud/
https://www.facebook.com/tuinfosalud
https://www.pinterest.es/tu_infosalud/
https://medium.com/@tuinfosalud
