“¿Quién soy?” es una pregunta frecuente que atraviesa la mente de muchos en algún punto u otro, incluso llegando a cuestionar su propia identidad.
Una pieza clave para comprender la complejidad de esta pregunta y que nos hace a nosotros lo que somos es el autoconcepto.
Es fundamental para nuestro desarrollo tanto personal, social como profesional, el crear un autoconcepto positivo de nosotros mismos.
El autoconcepto y autoestima van de la mano en una buena medida, pero no son lo mismo.
Por ello, a continuación, conoceremos a profundidad sobre este importe tema de la psicología.
¿Qué es el autoconcepto?
El autoconcepto es la imagen o idea que tienes de ti y todo lo que eso constituye. Tus ideas, pensamientos, acciones, cómo nos categorizamos y mucho más. El autoconcepto es, entonces, un descriptor de ti mismo.
El autoconcepto está compuesto por todos los autoesquemas sobre nosotros mismos. Quiénes somos, la forma en que actuamos, en qué creemos o pensamos y en qué no, la forma en que actuaría bajo circunstancias hipotéticas y mucho más.
El autoconcepto forma, junto al autoestima, la autoconsciencia y el yo social, el ser de la persona. Este último está compuesto por nuestro ser pasado (quiénes hemos sido), ser actual (quiénes somos) y el ser futuro (el yo ideal, quiénes queremos o no ser).
Elementos del autoconcepto
La identidad que el individuo adopta forma el autoconcepto, o al menos una gran porción de él.
Puede verse influenciada esta identidad por factores externos e internos, como explicaremos a continuación.
Identidad personal
Como ya lo hemos mencionado, el autoconcepto es el producto de la aglomeración de todo aquello que pensamos y creemos sobre nosotros.
Nuestras idiosincrasia, actitudes, pensamientos y obras. A medida que el individuo crece también puede desarrollar capacidades e interpretaciones más analíticas y específicas de uno mismo.
Por ejemplo, un niño podría se podría categorizar como “inteligente” o “creativo”. Para un adulto, este autoesquema se vuelve más complejo: “yo puedo aprender con mayor rapidez usando técnicas audiovisuales”.
Identidad social
La sociedad y cultura que nos rodea afecta nuestro autoconcepto profundamente.
A medida que el niño crece, adquiere el sentido de la identidad social: cómo los demás lo ven, si forma parte de un grupo o si es rechazado por uno, qué papel juega como individuo propio en un grupo social y mucho más.
Todas estas son interrogantes que continúan creciendo, acentuándose durante la adolescencia. De hecho, los adolescentes tienden a experimentar una intensa sensación de autoconsciencia, especialmente rodeado por otros.
Es decir, los adolescentes tienden a sobrestimar la atención que los demás prestan a sus acciones o palabras. Esta creencia puede modificar el comportamiento de la persona e incluso, el concepto que tengan de sí mismos.
Características del autoconcepto
El autoconcepto, aunque diferente en cada persona, puede puede presentar una serie de características presentes en la mayoría de personas.
A continuación, te mencionamos algunas de las más relevantes.
Puede mantenerse estable en el tiempo
El concepto o idea que tenemos de nosotros mismos llega a estabilizarse luego de atravesar las primeras edades de desarrollo psicosocial.
Una vez que una idea arraiga en nuestra mente, especialmente sobre quiénes somos, esta puede solidificarse y perdurar a lo largo de los años, para bien o mal.
Esta idea interna puede verse en conflicto con influencias externas que pongan en duda el concepto que hemos construido de nosotros.
Puede variar constantemente
Carl Rogers, el pionero de esta gran teoría, describió a nuestro ser en dos grandes componentes, el ser actual o real y el ser ideal.
El primero es el concepto de nosotros mismos. El segundo es el concepto que desearíamos tener de nosotros mismos, representa las ambiciones y logros que buscamos alcanzar.
El espacio que hay entre ambos representa los cambios en nuestro ser que debemos o queremos lograr.
Nuestras creencias o percepciones son influencias del exterior, que son internalizadas. A su vez, esto puede modificarse por influencias que entren en conflicto con nuestro ser.
De manera tal, la identidad o la imagen que las personas tienen de sí mismas no es hermética, se encuentra bajo constante remodelación a lo largo de la vida.
Se diferencia del autoestima
El autoconcepto y la autoestima son diferentes. El primero es cómo nos describimos, el segundo es un componente evaluativo, basado en nuestra opinión sobre lo que somos y no somos.
Por ejemplo, una persona podría describirse como introvertida. Ese es el autoconcepto que tiene de sí mismo, basado en emociones e interacciones pasadas. Sentirse mal por ser introvertido e incapaz de interactuar libremente con otros es la autoestima.
Tiene límites poco claros
Preguntar quiénes somos es siempre una pregunta difícil de responder. El ser humano es un ser multidimensional, poblado por ideas, sentimientos, contradicciones y mucho más.
El ser se encuentra bajo constante cambio, y es difícil apreciar qué tanto de nosotros mismos es nuestro o producto de la influencia de otros.
El autoconcepto de uno mismo se expande o contrae, dependiendo de nuestros pensamientos o criterios y cómo estos evolucionan.
Se relaciona con la autoconsciencia
La autoconsciencia es la consciencia de nuestra consciencia. Saber que somos un individuo propio, de carne y hueso, diferenciado de otra persona.
A los 18 meses de edad, el infante ya es consciente de su propio ser. A medida que crece, se desarrollan habilidades lingüísticas y cognitivas que permiten descubrirse a sí mismo de manera simple (alto o bajo, color de cabello, ojos o piel).
Eventualmente, la persona adquiere una capacidad autodescriptiva compleja y organizada, denominada autoesquema. El aglomerado de ellos es el autoconcepto.
No obstante, el reconocimiento de la persona como un ser cognitivo y pensante (del ‘yo’), diferente a su semejante, es el pilar donde se desarrolla la descripción del ‘yo mismo’.
De tal manera, que la autoconsciencia y el autoconcepto se relacionan íntimamente.
Interactúa con el entorno
Cómo nos perciben los otros tiende afectarnos o modificar el concepto de nosotros mismos.
Si los demás piensan que alguien es molesto, la percepción de susodicha persona sobre sí misma podría verse impactada negativamente. Por ende, el autoconcepto y las relaciones interpersonales forman un ciclo.
Rogers argumentó que el ser nace de las influencias de terceros, especialmente durante la etapa de desarrollo crítico en el que el niño o adolescente comienza a construir una imagen de ellos mismos y cómo los demás los ven.
Por supuesto, esto no es un proceso consciente y activo, sino pasivo y prolongado. Similar a la ósmosis, donde la persona adquiere perspectivas diferentes o conflictivas sobre su ser y el de los demás.
Factores que determinan el autoconcepto
Estos factores se basan en lo que pensamos de nosotros mismos y de cómo, en muchos casos, las opiniones de las personas influyen en el desarrollo del autoconcepto.
Actitud o motivación
La motivación es el conjunto de procesos que involucran el interés de hacer o dejar de hacer determinadas cosas, o de que realicen o no de cierta forma según la conveniencia propia o del bien común.
Por ejemplo, la motivación para dejar de fumar, por el bienestar propio y/o del que nos rodea.
Las motivaciones son necesarias en la vida cotidiana, nos vuelven ambiciosos en cuanto al alcance, creando metas y disfrutando de los logros. En cierto grado, le dan satisfacción y sentido a nuestra vidas.
Por el contrario, la falta de motivación es relevante en todos los ámbitos, tanto personales, académicos como laborales. Conlleva a una disminución del rendimiento o incluso al fracaso.
Nosotros mismos debemos motivarnos a ser el yo ideal. Traza una meta, esfuerzate por cumplirla, cambia de estrategia cuando no veas los resultados esperados, o incluso cambia de motivación, pero es importante que nunca la pierdas.
Aptitudes o capacidades
Nuestras capacidades, y qué tan desarrollados o no se encuentren, también influyen en nuestra creación del yo ideal.
Durante las dos primeras décadas del individuo, se adoptan autoesquemas sobre su personalidad, desempeño escolar, e incluso habilidades. Estos autoesquemas dictaminan qué categorización imponemos sobre nosotros mismos.
Una persona que invierta su tiempo de ocio en la lectura y escritura podría verse como un “escritor”, asociar comportamiento relacionado a ello, y mejorar el desarrollo de estas cualidades.
Imagen corporal
La imagen corporal es la apreciación que cada persona crea en su mente de cómo luce su cuerpo.
Imagen corporal y apariencia física no son lo mismo, puesto que una persona con una apariencia física que no entre bajo ciertos parámetros estéticos pueden sentirse bien consigo misma y con su imagen corporal.
Por el contrario, existen personas cuyas facciones entran en los cánones de belleza pero ellas en su mente no se ven así.
Dichos estándares de belleza tanto femeninos como masculinos van cambiando de acuerdo a las épocas, países y culturas. Nuestra mente debe enfocarse en encontrar atributos de nuestro cuerpo y resaltarlos, para sentirnos bien con nosotros mismos.
Como podemos apreciar el autoconcepto y la imagen corporal van de la mano, ya que se van desarrollando con el tiempo y adaptándose a los cambios por los que atraviesa el cuerpo a lo largo de nuestra vida.
Apreciaciones externas
En muchos casos, las apreciaciones de las personas a nuestro alrededor influyen en el autoconcepto que tenemos.
Estas apreciaciones externas tienen la capacidad de ayudarnos a crecer como personas al notar algo que nosotros desde nuestro punto de vista hacemos de manera consciente o no, que podría mejorarse o dejarse de hacer dependiendo del caso.
En definitiva, estas apreciaciones pueden actuar como detonantes para explotar de una mejor manera nuestras habilidades o personalidad, mientras que también pueden inhibirlas.
Debemos ser conscientes que las apreciaciones externas dependiendo de su efecto emocional y alcance, pueden elevarnos o destruirnos por ello, dichas opiniones sólo nosotros decidimos aceptarlas o no, y tendrán el valor si se lo otorgamos.
¿Cómo se construye el autoconcepto?
Como hemos mencionado, el autoconcepto es un proceso cognitivo que se modifica a lo largo de la vida del individuo, incluso desde el momento donde el bebé se reconoce a sí mismo como un ser propio.
Sin embargo, no significa que sea estático. Cómo nos vemos a nosotros mismos puede cambiar por influencias externas que afecten nuestro ser interior.
Encontrarle sentido a la vida
“No basta con preguntarse por el sentido de la vida sino que hay que responder a él respondiendo ante la vida misma” – Víctor Frankl.
Como seres conscientes sentimos la necesidad de saber cuál es nuestro propósito en la vida.
Como mencionamos anteriormente, las motivaciones son esenciales y nos pueden llevar a encontrarle sentido a nuestra vida. Pequeños detalles que nos llenan de satisfacción, son claves para ir descubriendo nuestra vocación.
El plantearse metas, proyectos, objetivos nos ayuda a conocernos más, a encontrar algo que nos guste y hacerlo el motor de nuestra vida. Al seguir sintiéndonos motivados podemos crear un autoconcepto positivo.
Desarrollar y creer en las habilidades
Nuestro cerebro es una increíble máquina que nos permite aprender cosas nuevas y perfeccionarlas con la práctica.
Podemos definir a las habilidades como “la capacidad de realizar algo bien, utilizando el conocimiento que poseemos sobre un tema y aplicarlo tomando las mejores decisiones posibles”. Por ejemplo, desarrollar habilidades en la cocina o repostería.
Las habilidades pueden ser sociales, académicas o laborales. Como seres humanos estamos en constante cambio y aprendizaje diario.
Desarrollar una habilidad sobre algo que te guste lleva tiempo, pero la constancia y dedicación superan al talento. La mente controla al cuerpo, por ello debemos creer en nuestras habilidades y sentirnos orgullosas de ellas.
No obstante, debemos ser conscientes que siempre podemos mejorar, aceptar consejos y aprender a diferenciar las críticas negativas de las constructivas.
El mantenernos motivados a aprender, a desarrollar y creer en nuestras habilidades, considerando que realizamos algo productivo, es fundamental para construir día a día un autoconcepto positivo de nosotros mismos.
Estar dispuesto al cambio
Nuestro ser está influenciado por factores externos, pero depende de nosotros como internalizamos la información que recibimos.
Puede que te topes con una situación donde te sientas mal por no haber estudiado o leído lo suficiente. Luego de una revisión introspectiva, concluyes que no te educas lo suficiente (observa como el autoconcepto y el autoestima juegan un rol muy estrecho).
De ti depende modificar este aspecto de tu vida. Reorganizar tu rutina para leer más, investigar maneras más eficaces de aprendizaje, memorización o aplicar este conocimiento de manera práctica.
Modificar tus hábitos genera un cambio en tu vida y cómo te describes (autoconcepto) y,a su vez, modifica cómo te sientes al respecto (autoestima).
Compartir con el entorno
Nuestro ser está en constante interacción con el entorno. Modifica sutilmente nuestras ideas, pensamientos y acciones.
Así como también existe la oposición a influencias externas. Personas argumentativas y conflictivas tendrán dificultad aceptando cómo estos aspectos impactan las relaciones interpersonales con otros.
No obstante, a pesar de todo ello, el entorno nos rodea y resulta difícil aislarnos de él. Aprender a construir un autoconcepto positivo de ti, empleando tus propios criterios y evaluando el de otros, es clave para construir una imagen positiva de ti.
Mantenerse optimista y positivo
Cómo nos vemos y sentimos de nosotros mismos modifica cada aspecto de nuestra vida, ya sean acciones o pensamientos.
Una imagen negativa de ti entorpece con el crecimiento y autorrealización de tu potencial como persona.
Ser consciente de tus atributos, fuerzas, limitaciones, lo que representa un peligro para nosotros y lo que no es son herramientas para tallar una imagen sana y completa de nosotros.
Fijarse metas
Las metas son incentivos que promueven el crecimiento. Sin embargo, representan un arma de doble filo.
Las metas a largo plazo son importantes para mantener el enfoque, pero no te obsesiones sobre ellos. Los grandes cambios en cortos plazos de tiempo son irrealistas y llevan a la decepción o frustración.
Las metas a corto y mediano plazo son más realistas y logrables. Mejorar 1% de ti diariamente para lograr tareas al cabo de días o pocas semanas son más factibles, pero imperceptibles a corto plazo.
Sin embargo, son cumulativas. Cumplir diariamente com metas a lo largo de tres semanas provee más beneficios y recompensas, fomentando la motivación a continuar con la rutina y alcanzar las grandes metas.
Ser productivo
Va de la mano con el punto anterior. El cambio que logras a diario no nace de la nada, es directamente proporcional al esfuerzo impreso.
Construir un horario realista y acorde a tus metas planteadas, son pequeñas modificaciones que redireccionan tu día a día a construir tu ‘yo ideal’ de manera lenta, pero progresiva y consistente.
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